miércoles, 3 de diciembre de 2008

¡Orden, orden!

Estoy cansado, depauperado de escuchar ese chisme de la armonía, la organización, el orden de todo tras un principio informe… ¿Como es posible que llamen ordenada a la vida? Orden para sí mismos, supongo, pues no habría otra forma menos cobarde de afirmarlo.
Pero lo cierto es que el ahora no es más que formas monstruosas, con ideales como lastres y sueños ensimismados, a la deriva en el tiempo.
¿Quien dijo caos al principio del principio? ¿Quien insulto la armonía de la nada? ¿El orden del silencio eterno? ¿Fue nuestra razón, vanidosa en ella misma y tan humana?

Como pueden seres cuya vida sigue como siguen las cosas que no tienen mucho sentido (Como cantaba un “tal” Sabina…), insignificantes ante la inmensidad, imponer tal atrocidad a la simplicidad de la nulidad, cuando en ellos mismos habita el puro desorden del devenir, postulando la ataxia de la multiplicidad de la que son parte.

No unificamos, pues no somos más que una mísera y diminuta parte el puro caos que tanto tememos reconocer.